La eterna espera

La eterna espera

lunes, 14 de febrero de 2011

Cuando nos ciega el optimismo

"El mejor optimismo es trabajar cada día". Este es el título de un artículo que Luis Rogelio Rodríguez Comendador, alcalde de Almería, ha publicado recientemente en su blog. Es de las pocas veces que comparto su opinión, la verdad es que tener un trabajo como el que tiene Luis Rogelio y cobrar lo que cobra (que su dedicación y años de esfuerzo le ha costado para llegar hasta donde está), haría de la persona más negativa del mundo la más optimista y positiva de cara al futuro. Teniendo en cuenta que en este país hay una cifra de parados que se salen de la pantalla de cualquier calculadora, quizás la frase de nuestro alcalde no haya sido la más acertada. En los tiempos que corren uno se siente privilegiado por tener que levantarse cada mañana a las ocho para ir a trabajar, aunque te exploten y tengas que aguantar que tus superiores te miren por encima del hombro. Así está establecida esta sociedad hoy en día. Pase lo que pase, ya se derrumbe tu casa o tu jefe te meta un par de collejas cada día, hay que ser optimista y ver el lado más positivo de las cosas. Eso me parece perfecto, está muy bien de cara a la galería, pero no hacemos otra cosa que engañarnos nosotros mismos. Si fuésemos valientes para ser pesimistas quizás nos iría peor, seríamos más serios e infelices, pero al fin y al cabo no haríamos otra cosa que chocarnos con la realidad. Conocer la verdad y ser conscientes de lo que nos rodea, ese es el objetivo. Si conocemos la verdad descubriremos también el camino que hay que seguir para cambiarla, para que nuestras vidas mejoren. Hay que tener claro que para poder levantarse y seguir adelante...alguna vez habrá que caerse. Dejemos de huir de la verdad y de ver todo lo que nos rodea como un jardín impecable de cosas buenas, eso es una gran mentira. Corrupción política, guerras injustas, hambre, pobreza...esto es lo que está a la orden del día en nuestro sistema. No hay nada de malo en sufrir lo malo, en sentir rabia y cabrearnos con las injusticias. Si seguimos siendo tan optimistas con cada hecho, cada decisión o cada contexto que se nos presenta, nunca sentiremos la necesidad de querer cambiar las cosas. Que mucha falta hace.