El colegiado Alfredo de Haro Romero logra tras varios intentos el ascenso a 3ª División a sus 31 años
Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos. Esto lo sabe muy bien Alfredo de Haro Romero, colegiado almeriense que acaba de conseguir a sus 31 años de edad el ascenso a Tercera División, algo que llevaba buscando desde hacía varias temporadas. Su vida en el mundo del arbitraje comenzó cuando tenía 16 años."Esto es algo que te tienes que creer. Me llamó la atención desde un principio, sobre todo al ver la caña que le daban a los árbitros siempre. Pregunté a unos amigos por el Colegio y fui sin nadie, porque quise, por motivación propia. En ese tiempo, cuando tenía 16 años, había más gente. Ahora hay menos pero los que entran son muy buenos y están bien preparados. Lo mejor de todo es que no hay rencillas en el grupo y siempre se han portado muy bien conmigo, desde que pitaba en 2ª Regional, que ahora ni existe", comenta Alfredo. Sus primeros pasos como árbitro transcurrieron con normalidad, pero a partir de 2004 sufrió numerosos obstáculos en su camino. Ese año intentó el ascenso pero se quedó fuera por unas pocas centésimas, algo muy parecido a lo que le ocurrió dos años después, en su siguiente intento. Una varicela antes de hacer las pruebas de 2008 le dejó con la miel en los labios, iba muy preparado para pasarlas pero la fiebre le jugó una mala pasada. Pero lo peor estaba por llegar. Estuvo lejos de los campos debido a un tumor del que tardó en recuperarse seis meses.
Se recuperó y se puso manos a la obra para prepararse para el curso, pero el poco tiempo del que dispuso no le dejó alcanzar el mínimo que se exigía. Volvió a la carga en 2010, pero tampoco pudo ascender. "Con 30 años era una oportunidad perdida, está claro que no es lo mismo con 22 años que con esa edad que tenía. Pensaba que se había acabado mi baza pero siempre hay que seguir trabajando por lo que uno quiere, sobre todo si te gusta. Este año he vuelto al cursillo y he subido, por fin ha llegado la suerte después de tantos intentos. Me llena de satisfacción y tengo claro que hasta el día que me vaya voy a seguir dando todo por este colectivo".
La perseverancia se convirtió en su mejor compañera y al final dio sus frutos. Ha pasado por momentos malos desde que decidió hacerse árbitro, pero ahora disfruta de la cara buena de su vida como colegiado al lograr lo que llevaba persiguiendo durante años. Es muy consciente de que a su edad será complicado subir otra categoría, pero ya ha dado un ejemplo de superación y constancia que ha querido dedicar a sus compañeros, familia y sobre todo a su hijo Ramón. "Ya es muy difícil volver a ascender. No es por falta de ganas mías, sino porque los chavales son muy buenos y no podemos hacerles tapón. Cada uno tiene que aceptar el rol que tiene y el tiempo que le ha tocado", finaliza.
Un aparejador en paro nacido en Sabadell y de padre ferroviario
Alfredo Ignacio de Haro Romero nació en la localidad de Sabadell, provincia de Barcelona, hace 31 años.Cuando no había dado ni sus primeros pasos se marchó con su familia a Granada, donde pasó su infancia.Con 11 años se mudó a Almería para instalarse aquí definitivamente por causas laborales de su padre, ferroviario. A los cinco años de estar asentado a tierras almerienses decidió entrar en el mundillo del arbitraje por cuenta propia, sin nadie como padrino, y dio el salto al Colegio de Árbitros de Almería.Posteriormente volvería de nuevo a la capital nazarí para realizar sus estudios universitarios. Actualmente es aparejador en paro. A pesar de la distancia, Alfredo continuó viniendo a Almería cada fin de semana para desempeñar su función de colegiado con el único objetivo de seguir creciendo como árbitro.
Francisco G. Luque Ramírez (Diario de Almería)
Fotografías: Óscar García