La eterna espera

La eterna espera

martes, 1 de febrero de 2011

Lo que el ojo no ve

Parece ser que la crisis no ha llegado al ayuntamiento de Almería, y por eso han decidido gastarse 300.000 euros en poner cámaras de vigilancia por las calles del Centro de la ciudad. Según se ha dicho, serían para mantener controlado el tráfico, para que los coches respeten las calles peatonales y no aparquen en doble fila. Sin duda, es una buena idea, pero no creo que en este momento sea tan necesario como para gastarse esa cantidad de dinero público habiendo cosas más importantes que hacer en esta capital. Se podría destinar a limpiar las zonas históricas de pintadas, por ejemplo, o a contratar a dos personas que mantengan la playa de El Zapillo limpia, para recuperar esa bandera azul de playa ejemplar que ya no ondea desde hace algunos años. También se podría utilizar para actuar en barrios como La Chanca o El Puche, poniendo a varios trabajadores sociales que alejen a los jóvenes de los malos hábitos. Incluso, se podría dedicar para que se haga el primer metro del Soterramiento.






Aunque si nos ponemos algo radicales, podríamos hacer un referéndum para que esas mismas cámaras se coloquen en los despachos de la Alcaldía o de la Diputación Provincial, donde hace más de un año otras ya dieron sus frutos con aquello de los asesores del presidente. Como ciudadano, sé que no hará ningún mal que se vigilen las calles para tener un tráfico más ordenado, esto ha sido idea de personas que son todo un ejemplo a seguir en lo que se refiere a conducción limpia y legal. Vamos, unos artistas al volante. Sin embargo, como persona cuerda y racional, veo fuera de lugar ese gasto en los tiempos que corren, pero si nuestros políticos se bajan el sueldo, dejan de comer todos los días en restaurantes caros mientras les pagamos sus injustas dietas y viajan en autobús para que las arcas municipales que todos nosotros llenamos no pierdan dinero por caprichos, que pongan cámaras donde quieran...

1 comentario:

  1. Un ojo mecánico es inocente, las intenciones de quienes lo colocan no. Vivimos en un Gran Hermano que no hemos autorizado.

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